martes, 10 de enero de 2017

El Ebro en Valdivielso

Vivelasmerindades descubriendo la entrada natural Norte de la Merindad de Valdivielso.

Salimos de Villarcayo hacia Burgos. Sorteamos las curvas ciegas en un constante zigzagueo de un imponente desfiladero que el río Ebro ha horadado durante siglos llamado Los Hocinos. 
Farallones calizos que provocan vértigo debido a sus 200 metros de profundidad. Por fin, tras un par de kilómetros, su infinito se suaviza al alcanzar el puente nuevo que finta al original paso hacia el Valle, como así lo llaman sus oriundos. 

Puente Nuevo 

El Sol nos invita a recorrer ese camino carretero junto al Ebro, que Isabel la Católica se inventó para eludir el peaje judío de la "Ciudad de los Manzanos". El objeto de esta ruta fue la de transportar a la capital del Reino los frescos y apreciados pescados del Cantábrico.


Camino Viejo

Antes de comenzar el ascenso entre grandes losas y cantos que aún perduran en el Portillo no gires tu mirada hacia ese cañón fluvial que se viste con encinas, madroños, algún roble y recios bojs. Quedarás prendado por la perspectiva que se ofrece.

El Puente Nuevo y Los Hocinos 

Subiendo el Portillo me giré...

Tras superar con paso firme la suave pendiente del Portillo, la luz se intensifica al botar en un balcón natural calizo con el gran Iber a los pies.  En la orilla contraria, un edificio austero, con ninguna  importancia artística resiste como central hidroeléctrica hoy en día. Sus altos muros silencian oscuras historias tras haber actuado como penal en la Guerra Civil española.

Penal de Valdenoceda

Valdenoceda nos saluda como primer pueblo del Valle de Valdivielso. Desde él, la carretera serpentea 
hasta alcanzar el páramo de Masa en un puerto de montaña llamado La Mazorra. Mil metros sobre el nivel del mar que delimita la Meseta Norte de la Península.

 El Ebro con la Mazorra al fondo

Aquí nos despedimos del Río más caudaloso y largo de España. Nosotros nos dirigimos a la capital, cabeza de Castilla, para convencer a sus gentes que la provincia es más que una altiplanicie; que los valles y montañas que todos hemos dibujados en la escuela existen. Que están muy cerca y que nos pertenecen a todos. La única condición es acercarse. Acercarse y dejarse atrapar por el derroche con que nos brindan estos paisajes y por la primera historia escrita en Castellano.
Pero eso es otra página a la que llegaremos.